Cuerpos transitorios reflexiona sobre la continuidad de la vida en la permanente transformación interdependiente de los seres vivos.
La obra forma parte de una extensa serie realizada en mallas de metal donde confluyen los conceptos biológicos y escultóricos, implicando paralelos con la sociedad y psiquis humana. En este caso, exponentes de la fauna patagónica (guanaco, puma, serpiente y ave rapaz) se relacionan en una peculiar escena. ¿Cuál es el límite entre lo que vive y lo que muere?
Los tejidos metálicos que utilizo remiten a los tejidos biológicos al delimitar las formas por medio de superficies semejando tegumentos y membranas. La piel, una interfaz que protege y a la vez conecta cada individuo con su entorno, separa y comunica los cuerpos vivientes, trazando límites que percibimos como definitorios de identidades, de formas y vacíos. Sin embargo, la separación entre organismos y con el medio no es absoluta, los límites son permeables, se entrelazan, los cuerpos se mezclan, las identidades se confunden, los seres ocupan un mismo espacio, se fusionan, se zambullen en otros cuerpos, están atravesados por un otro, el interior de unos es el exterior de otros, afuera y adentro son relativos. La malla de metal evidencia la preponderancia de una sustancia que lo permea todo, que fluye entre los cuerpos y abarca formas y no formas. El flujo de energía-materia entre organismos y con el ambiente es continuo, ningún cuerpo permanece estático. El aire, el agua, la materia, la energía entran y salen de los cuerpos. Los cuerpos nacen, alimentan otros cuerpos, se devoran, se descomponen, se absorben, se asimilan como sea en una continuidad indisoluble que conecta vida y muerte.